Somos muchas las que pensamos que ejerciendo fuerza lograremos llegar a la posición que anhelamos, sin embargo la fuerza puede mover algo mientras que la persistencia puede moverlo todo, poco a poco. La persistencia hace que nos mantengamos enfocadas y trabajando consistentemente, lo que produce que alcancemos los resultados que deseamos.
Cuando ejercemos fuerza estamos empujando algo y de una queremos que se alcance y no está mal, no obstante cuando hay persistencia lo hacemos una y otra vez hasta que se produzca algo. Por eso, he aprendido a ser fuerte pero más aun persistente porque es ahí cuando puedo continuar aunque no logre mi cometido la primera vez.
Piensa en la historia de Bartimeo, el hombre ciego que escuchó que Jesús estaba cerca y gritando le decía: Jesús, hijo de David, ten compasión de mí. Las personas a su alrededor le decían que se callara pero él persistentemente clamaba su milagro. ¿Sabes qué provocó su persistencia? Que Dios pidiera que le llevaran a Bartimeo y le preguntó: ¿qué quieres que haga? Bartimeo respondió: que recobre la vista. Jesús lo escuchó y le dijo: vete, tu fe te ha salvado y enseguida recobró la vista.
La condición de Bartimeo no le permitió ejercer ningún tipo de fuerza para ir donde Jesús pero su persistencia en llamarlo y clamarle, provocó el milagro en su vida. Esto te tiene que mover a persistir en eso que has anhelado, a no callar y a clamar hasta alcanzarlo. Con la fuerza puedes lograr algo pero con la persistencia puedes lograrlo todo.
¡Persiste!
Lectura: Marcos 10: 46-52
Verónica González
M. Ed.
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